Después, en una de esas habitaciones por las que pasábamos había un grupo de mujeres, algunos niños. Nos detuvimos allí y elegimos a nuestras esposas, con una naturalidad que comprobaba antecedencia en las relaciones, o simple naturalidad nomás. Yo me abracé a una morocha de cara plácida, bonita, con largas trenzas y sonrisa perpetua. Ella abrió los brazos sin levantarse de su silla, como si siempre hubiese estado cerca, esperándome. Después debíamos continuar con la batalla. Pero después ya no había batalla y todo había cambiado, como si aquello fuese pasado, ahora el presente se mostraba de colores, de brillos, de contrastes. Cientos de chicos se lanzaban de cabeza en una gran piscina que tenía una enorme ola propia, y como animales marinos, nadaban con sutiles movimientos por el fondo hasta salir a flote. Yo cuidaba a mi hijo, un niño morochito, parecido a aquella mujer de los tiempos de guerra. Él tenía unos 3 años, salía rápido de la pileta para hacer la fila y volver a entrar. Yo lo sujetaba de la mano. En una curva de la plataforma de metal le advierto sobre un espacio vacío entre la baranda y el piso.
-. ¡Cuidado con el pozo! .-
El no hace caso o no lo ve y se cae por el espacio vacío. Queda colgando de mi brazo, otros padres con otros niños hacen el movimiento para ayudar, el gesto de oooohhh… pero yo siento la fuerza de poder sostenerlo sin esfuerzo con un solo brazo, simplemente lo levanto con mi brazo, lo alzo a upa.
-. ¿Qué te dije que había ahí? .-
Avergonzado contesta mirando el piso.
-. Un pozo .-
-. ¿Y dónde te caíste? .-
Después trato de animarlo sintiendo que tal vez fui duro con él. Lo levanto por sobre mi cabeza, mirándolo a los ojos.
-. El efecto Godoy Cruz, el efecto Godoy Cruz .-
Le repito esto en un tono de voz burlón, como si fuera un chiste que solo nosotros conociéramos, pero él no se anima, sigue con sus ojos negros y grandes llenos de agua.
Después me habla como para romper el hielo y hacerme reír.
-. Pá ¿Sabés a quien vi? .-
-. No ¿A quién? .-
-. Al Tano Buljubasich .-
Yo me río, el Tano Buljubasich es un arquero que tenía Central, y no le decían Tano sino Tati, y es un nombre difícil de recordar para un niño tan chiquito.
-. ¡¿Al Tano Buljubasich?! .-
-. Sí, tá hecho mierda .-
Yo vuelvo a reírme, no es una expresión típica de un niño, trato de explicar, pero me llama mucho la atención sus palabras, su forma de decirlas, es gracioso.
-. Y bueno, jeje… está viejo . -
Después la dulce Vero reta a su perrita Otoño.
-. ¡Basta Otoño, basta! .-
Me despierto. Escucho el ruido de las ruedas de una silla correr por el pasillo. Está oscuro y son las diez de la mañana. En Córdoba, famosa por su clima seco, hace seis días que llueve sin parar.
Música: Scarlatti – Sonatas para piano.