martes, mayo 12

Sol de Otoño

-. Hola ¿Tiene alfajores Terrabusi Blanco? .-

No. Ya no se consiguen, pregunté en varios quioscos, me gusta caminar con frío, me gusta ir a verla, casi tanto como verla, ir. Son las tres de la tarde, ella dijo a las siete, en el medio hay que llenar el tiempo. La vida es esto, tres o cuatro cosas importantes por año, el resto es llenar el tiempo. Ella es importante para mí, siempre lo ha sido, extrañamente nunca hicimos demasiado para acercarnos más, como si supiéramos que no podríamos hacernos bien sin hacernos mal, y ni siquiera es por eso. Ni siquiera es por eso.

-. Hola, alfajor Terrabusi Blanco ¿Tiene? .-

Ya no se consiguen.

Ella sonrió sorprendida, verdaderamente sorprendida -. Ay ¿Cómo te acordás? .- Tengo una memoria jodida Sol, se olvida de absolutamente todo salvo de aquellas cosas que por alguna razón preferiría olvidar, de esas se acuerda detalladamente, con una precisión admirable, recuerda a colores, con sonido surround, y sin tiempo. Yo y vos siempre fuimos sin tiempo. Fue ayer, llegaste con ese tacho vacío de pintura roja, seca, pegada en los bordes, y algunos poemas, frases, papelitos, tu sonrisa detrás, feliz cumple. Ayer fue. Ayer jugábamos al metegol, yo nunca me dejé ganar, nunca me dejé ganar, eras buena, sos buena, yo te amo. Y aunque el tiempo no exista hemos cambiado, lo noto porque me doy por vencido más fácil, te compro cualquier chocolate y toco el timbre. Vos decís: -. ¿Pau? Ya bajo .- y yo pienso, me estaba esperando, ella no sabe esperar, no espera a nadie, me espera, todavía. Quiero pensar que para ella soy especial, pero me niego, quiero pensar siempre eso, es mi problema con los demás, ése y la memoria jodida, y el estómago, siempre en guerra.

Llega, abre la puerta, se excusa de cosas, está acelerada, nerviosa, hermosa, en mi mente se cruzan rápidos pensamientos para tranquilizarme: no es por vos, ella es así, no es por vos.

Entramos al departamento, la realidad de su lugar es más pequeña e insípida que las imágenes con las que días antes jugué a dios, a detener el tiempo, a parar el cursor en un cuadro, en la expresión perfecta, y recordar esa sensación en el corazón que se parece a la muerte, a la muerte pequeña de estar enamorado.

Pero estoy más viejo, ya no me enamoro, ya no me desespero, ella sí, se desespera, brilla, le salen las palabras como agua a presión, y luego se cansa o huye. Está demasiado flaca, algo la consume, algo dentro de si misma la está devorando.

Tomamos mate amargo, bien caliente, reconozco sus juguetes, sus fotos, esa enorme calidez de mirar sus ojos. Tiene dos uñas pintadas de los dedos de una mano, los otros dedos no. Tiene el pelo reseco y en su cara, en su piel, se nota la falta de caricias. Cuando nos abrazamos para saludarnos, sentí que si hacía un poco de fuerza podía fusionarla en mí, meterla dentro de mi cuerpo, dejarla un rato ahí, calentita y protegida.

Tiene un poder increíble, pienso, está devorada por el dolor y sin embargo sigue, crea, hace música. Aparentemente está en un momento bárbaro y sin embargo tiene fobias, alergias, miedos, dolores físicos, enfermedades crónicas… pero no quiere decir la causa ni mucho menos aceptarla, la niega, se niega, siempre negó ese lado, su parte vulnerable, frágil, delicada, tierna. Se pone el disfraz de Panzer y se lleva todo por delante, inclusive a si misma o tal vez, solo a si misma. Habla, me cuenta cualquier cosa y noto que todo lo que dice no importa, no le importa, o le importó en algún momento pero ya no. Las cosas pierden el sentido mucho más rápido en ella que en cualquier persona que conozca. Además le cuento que puedo curarla pero no me presta atención, como casi todos, no quiere curarse. Las enfermedades, los dolorcitos, las molestias, son compañías, compañías desde uno mismo, esas que no pueden abandonarte.

Es raro, por las pequeñas ventanitas de su casa no se puede escapar y se nota que ella ya se fue de ahí, o nunca llegó verdaderamente. Es así, siempre fue así, cuando está parece querer irse, cuando se va invade tu pensamiento. Igual me siento bien, estamos consiguiendo jugar al juego de ser normales y hablar y ponernos de acuerdo. Estamos consiguiendo no pelearnos, no atacarnos, no ofendernos, no apartarnos, estamos consiguiendo no querernos.

Ella pone música pero la cambia enseguida, luego de nuevo y de nuevo, yo soy igual. Casi no hay silencios entre los dos, hablamos, tenemos esa rapidez mental para mantenernos entretenidos, para nunca dar lugar al perturbador silencio… pero sé que viene el fin, siempre llega el fin demasiado rápido. Una llamada por teléfono, una cena en casa de su madre, una película para entregar en el video club, un ascensor con luz de farmacia, y su corazón, que ocupa casi todo su cuerpo pero aún así consigue ocultarse y decir: bueno, me tengo que ir, chau Pau .- y prometer algún futuro.


Compro unas empanadas al frente, me tomo un taxi, las luces me sacuden la cara como ramas secas al pasar, camino lento lento hasta casa. Pongo su disco, escucho el tema nueve, ella y un perro, y me emociono, tiemblo, el estómago comienza de nuevo la batalla…

-. Tu música es de una dulzura abismal, aunque te hagas la mala, la que no te importa nada… y me doy cuenta que a pesar de todo, el alma se te sigue saliendo por los ojos .-


Es tan solo un día, Sol de Otoño, después hay que llenar el tiempo.