viernes, marzo 13

El Beso en el brazo

Capitulo 1

Atrás

¿Por qué uno espera lo que sabe no va a venir? Esa tozudez de la esperanza es tan estúpida y sin embargo nos mantiene vivos. Seguimos porque tal vez, solo tal vez… cuando descanses de esperar, aparezca. Su cara grave y distante, atrás su cuerpo cansado y triste, más atrás su pasado agrio y… aún así su belleza, primera, desganada, ojos desatentos que parecen solo ver el ruido de sus pensamientos, sonrisa mínima, gesto de labios parpadeando como alas de ángel caído, su caída, su corazón por el piso y el dolor y la tibieza de su cuerpo casa, su cuerpo refugio, silencio.
La encontraría si la buscase pero odiaría descubrirme esperando en una galería, una parada de colectivo, una calle de barrio. Siempre me limpié de obsesiones y vigilancias, nunca quise perseguir ni abandonarme a la desconfianza y la sospecha, ese fue y será terreno de los débiles, de los cobardes, de los traidores. Yo voy con mi verdad al frente, como dice mi padre, o al menos lo intento.
Simplemente podría sentarme en la plaza de un solo árbol, aquella que bauticé nuestra, después de lograr derretir el témpano furioso al que me condenó, por no saber correr la cara a tiempo, alejar con las manos éstas que solo saben acercar, esa pequeña traición calmada, nunca perdonada. Pero muy probablemente ella ya no camine hasta esa parada frente a la plaza, ya no espere en la fila con la mirada de niña perdida y el cuerpo lleno de espinas, no se me acerquen.
Podría a cierta hora pararme a observar la vidriera de la librería, alternando entre las tapas de los libros y la gente que sale de la puerta del edificio donde trabaja. Pero ella debe haberse cansado de ese empleo también, debe haberse cansado de la gente, de Emilia, de los gordos y acalorados programadores, de no ser reconocida o de serlo solo cuando usa escote. Ella se cansa fácilmente de los otros, del reflejo de si misma en los otros, ella abandona, se abandona.
Pasará horas en su cama abrazando almohadones, recuerdos, a su perro u a otro hombre como su perro. Lloverá sobre su ventana y se escucharán los movimientos de su abuela en el cuarto de al lado, sus padres en la parte de abajo de la casa, las gotas caerán sobre el agua sucia de la pileta, sobre los techos de las casas del barrio por donde podría caminar yo, como quien busca otra cosa, caminar nomás que es una forma de esperar desesperada.
Pero no, aún si la encontrase ella se sentiría acechada y aunque en su íntima conciencia me haya pedido y aún me pida, solo me recibiría su rencor, su desprecio, sus armas, mortales para mí.
Prefiero llamarla en silencio las pocas veces que camino por el atormentado centro de la ciudad, buscándola en cada mujer y en algunos espacios vacíos. Prefiero llamarla en voz baja, las muchas noches en las que me dejo caer en la cama y mi mano derecha busca apoyarse en su cadera para al fin cerrar los ojos demasiado abiertos y entregarse al olvido del demasiado recuerdo.
¿Te acordás Ema, mi mano en tu cadera? Yo apretaba levemente con mis dedos y repetía: -. Me gusta este hueso .- y vos me dejabas morder la ternura de mi gusto por una parte tuya que no era la que a todos, y dejabas los ojos cerrados, el alma… el piano de Red Garland tocando “All Alone” y esa sensación triste y suave de última noche que tenía cada noche. Me dormiría al fin frágilmente para sobresaltarme con las primeras luces de la mañana, en la que te levantarías desgarradoramente, te vestirías despiadadamente rápido, y te despedirías sin amor, como se despiden los que se van para siempre. Y yo me quedaría concienzudamente despierto, ausente, pensando si volvería a ver tu cara grave y distante, atrás tu cuerpo cansado y triste, más atrás…

1 comentario:

Anónimo dijo...

que linda musica! que es?? ahora paso a leer...