martes, mayo 29

inviername


Vení Invierno vení, enfriame a mí, vení, yo no te tengo miedo, amor te tengo, un amor caliente como el centro de la tierra, enfriame a mí que me la banco, que tengo el sol adentro, que me quema los ojos ver. Vení que yo te canto, te bailo, es la batalla del calentamiento global y no te ha podido, resistís en esos silencios antárticos, en esos bordes patagónicos, en esos fondos que el mar tiene para refugiarte. Vení avanzá, andá mordiendo, obligá al amparo, exigí el resguardo, asolá los caminos para que se apure en llegar y retrase su partida. Que de ella permanezca al menos su recuerdo tibio.
Crudo Invierno que nadie te cocina, que nieves, que tormentes, que montañas avalanches y lagos patines, que abraces fuegos y enciendas cuerpos, que sus pies se congelen sin mis manos.
Invierno Cruel que me sabés solo, atacás mis contornos, mis costados, invadís dedos, orejas, nariz, boca, pero mi humo me denuncia, volcánico, eterno. Yo te celebro, no somos enemigos.
Los hombres, que odian a Dios por negarles la verdad de su existencia, destruyen todo lo que él ha creado, inclusive a sí mismos. Envenenan el agua, asesinan lo que vive, nacen lo que mata, crean monstruos, confort, bombas, jaulas, fábricas, máquinas, naves para huir de una vida presa a su previsible fin y su ignorada causa. El dolor del hombre quema al mundo, lo derrite, lo sumerge, lo eterniza en verano incendiado dónde inquisidoramente arden culpas y preguntas.
Pero vos y yo, Invierno, resistimos, que es como se vence después de haber perdido.





Música: Lali Puna - Faking The Books.

martes, mayo 22


el extraño

¿Soy extraño?



Sí, sos extraño. Pero no extraño de original o diferente, sos extraño, como raro, mal. Eso dijo, o dio a entender. Extraño yo.
No es extraño que dos personas hablen sin parar toda clase de estupideces durante dos horas y treinta y ocho minutos, no, extraño es que yo me ponga a dibujar esperando que el diluvio verborrágico termine, eso sí que es extraño.
No es extraño dejar secar una hierba y envolverla en papel, prenderle fuego y aspirarse el humo. Rellenarse de humo no es extraño, oler a incendio, envenenarse. Extraño soy yo.
Yo que espero todos los días el colectivo durante cuarenta minutos, yo que digo: Buen día, buenas tardes y hasta luego... ¡Hasta Luego! y sí, hasta eso... yo soy extraño.
No es extraño que nos digan que el hombre es un ser sociable, que no puede vivir si no es en sociedad, y que en esa sociedad, cada cual busque la salvación individual. No es extraño que haya guerras, que la gente se mate o no pare de tener hijos y los traiga a este mundo superpoblado para que se amontonen y corten los pocos árboles que quedan para plantar comida. Eso es normal comparado conmigo, yo sí que soy extraño, no que las personas estudien algo que nos les gusta para trabajar de lo que no quieren y se casen con quien no aman para no vivir, solo ir permaneciendo. La frustración es normal, extraño soy yo.
Yo que ya no bailo ni canto por la calle, que dejo subir a las mujeres primero, doy el asiento a los mayores, acompaño a mis amigos a su casa y llamo a mi madre por lo menos una vez por semana, yo soy extraño.
No es extraño que nos duela la soledad cuando es nuestra principal aliada, ni es extraño que las personas lleguen a la mitad de su vida sin conocerse, sin saber lo que quieren, sin saber a dónde ir, sin mayores pretensiones que bienes materiales, sin conocer el verdadero amor y toda su inmensa fuerza revolucionaria, eso es normal, extraño soy yo.
Yo que he aprendido a plegar mis alas de tal forma que parezcan brazos, y que cuando me choco con alguien digo disculpe, yo que ya no me acerco a oler a las personas para saberlas y trato de suponerlas como todo el mundo, yo que ya no subo desnudo al techo para unirme al universo, y me resfrío cada tanto, y hasta veo televisión de vez en cuando. Yo soy extraño.
Yo que desde que tengo conciencia fui siempre el bicho raro, hice mi trabajo de igualarme al resto, intentando evitar la exclusión, la humillación, el desamparo. Yo que siempre traté de endurecerme sin perder la ternura, normalizarme sin perder la extrañeza, ser yo pero parecer cualquier otro.
Yo soy descubierto, soy extraño, es cierto, extraño como vivir en un mundo redondo lleno de agua que gira alrededor de una inmensa bola de fuego y dónde habitan miles de seres que se matan y se comen entre sí y hacen todos más o menos lo mismo desde que existen pero no saben por que existen, para que existen, ni a ciencia cierta cuando ni de dónde les vino la existencia.

Yo soy extraño y extrañamente, todos los días de mi vida extraño algo que no sé que es, y lo extraño mucho.






Música: Anthony Hamilton - Pass Me Over.

lunes, mayo 7

Mara y El Sexo

La Niña Toro se hace mujer casi tan rápido como se le quita lo sana, y tiene que andar esquivando vacas, las personas, la torpeza, el poder atolondrado del deseo. Energía dormida de la vida que despierta, le llaman sexo, y no es la única palabra que no alcanza para expresar lo que rellena. El olor a comida, a vino, a sensaciones, el cuerpo y todas sus nuevas cosquillas, ese fuego que solo se apaga con más leña. Los rituales, mirarse al espejo y no gustarse, disfrazarse de los otros, y la calle, la noche sin estrellas, los perros ladran, los ojos miran y todo lo domina la fuerza elemental del encuentro. No hacen falta demasiadas palabras, las manos se buscan, los cuerpos se guían, se oscurecen, en la penumbra la verdad parece mentira. No tiembles Mara, él es como una sombra, un hombre de papel, de arcilla, desnuda parecés un hada. Mara, abre su cuerpo como un cofre y el mar inunda la habitación en remolinada agua salada y fría, mar del sur Mara, mar azul hada, todo se lo lleva el torbellino, nadie sabe nadar en la sorpresa de esa mojada espesura, no se guarda un río. La montaña apoya sus manos en los hombros de su niña-mujer que llora sola en el jardín, mientras sus amigas juntan los últimos peces que se retuercen en su cuarto. El bosque manda sus pájaros para decirle que llore, que está bien, que de su llanto nacen los árboles que contornearán su camino. La niña deja sus temblores, su incontenible corazón, su inocencia, la pureza, su cura. La niña deja a la niña y la mujer que se le parece llora como serpiente y aprende a refugiarse en sus heridas.

De su dolor nacen las palabras que me despiertan lamiéndome la cara cada día.







Música: United Future Organization - Tears Of Gratitude.

martes, mayo 1

Nadia

Pero la Niña Toro es devuelta a la ciudad una vez curada. La ciudad sonríe cínica, el toro se resbala en el asfalto, no importa el mar, la ciudad sabe enfermar igual y ni el mar sana... Mara tiene enemigos dentro de sí y tantos traidores que ninguna defensa puede, se rinde la niña de mirada cansada, y en sus manos se abandonan libros, comidas desabridas y muñecas sin vida. A veces la dejan salir algunos minutos al sol del jardín, donde hay una hamaca colgada a un árbol. El árbol se pone contento, mueve sus ramas y suelta sus hojas, aún sin viento. La niña cuenta los minutos de libertad y sonidos de silencio, pero los minutos corren a esconderse, se terminan. Crece la niña, casi sin ir al colegio, sin amigas ni amigos, sin jugar. Un niño de mejillas coloradas la visita un día y otro día y otro más, le toma la mano y Mara puede sentir la vida que le falta. El niño le trae un regalo y Mara lo abre con la esperanza de que sea algo con alas, pero no es un avión, ni un pájaro, ni un ángel, es una muñeca, se llama Nadia y no es igual a las otras. Nadia sabe mirar. Entonces la niña le hace un lugar en su cama, aunque la muñeca no sepa dormir. Nadia sabe escuchar, y Mara le cuenta de los hombres de los libros y de los otros hombres. Nadia sabe quedarse quieta, y juegan a quien se queda más quieta, y se hacen trampa. Nadia sabe mirar, y sus ojos no se distraen, y mira lo que mira. Nadia sabe acompañar, y pasan los días y las soledades y la niña empieza a querer a su muñeca. Nadia recibe el cariño de Mara y lo devuelve eternamente, como todo objeto. Pero todo lo que se ama cobra vida, y todo lo que vive es libre...

Es libre...

...incluso de abandonarnos, incluso de hacernos daño.





Música: Outkast – Morris Brown.