sábado, abril 14

La Niña Toro


La niña está enferma, los ojos se le cierran, por lo que hay para ver, o por la fiebre. Sus manos se ponen amarillas y su lengua blanca. El médico agrega más remedios a una mesa de luz sin luz, atestada de frascos y pastillas. Los padres se miran angustiados, decididos. El mejor clima, la mejor atención, el sufrimiento lejos. Mara es internada en una clínica privada en el medio de la nada. Así le dicen a esos recónditos lugares de la tierra donde aún hay tierra, y árboles sobre esa tierra, y pájaros sobre esos árboles, y cantan. Mara se recupera lentamente, la soledad hace su camino de reconciliaciones. La ciudad no siente al hijo de menos, su apetito se sacia con los cientos que llegan a diario: Una vida mejor, la muerte. El mar no se cansa de golpear la ciudad, un día devorará a la devoradora. Mientras, lejos de allí, las montañas llaman al corazón de Mara, y Mara sigue a su corazón. Camina fuera del hospital sin que los hombres de blanco lo noten. Camina fuera de los límites alambrados, donde el pasto es cortado. El bosque recibe a su hija con sus hierbas y sus flores, se festeja sin que nada se altere ni se modifique, la presencia de la niña es la felicidad inmanifiesta de los seres sin conciencia. Mara camina descalza y sus pies besan la hierba que la besa. Sus manos se llenan de colores, sus ojos levantan la pesada persiana y la sangre rellena la lengua roja y viboreante. Pero no todo es armonía en el reino del señor, está el señor, y es su reino.
Cubierto de negro, aparece como una sombra de fuerza incontenible, escondido de animal, lo salvaje. Sus músculos parecen luchar para salirse de ese cuerpo bestial hecho para chocar contra todo lo que impida. A ese demonio, de donde el aire quiere escapar y ninguna serenidad de brisa entre las hojas calmará jamás, le llaman toro. Mara se detiene, pero no hay miedo en su mirada, hay vida. El animal escarba la tierra, resopla nervioso, hay muerte en sus ojos pero no es su muerte. Embiste, existe cierta brutalidad, cierta violencia en la naturaleza que escapa a la divinidad de toda la creación. Mara sonríe, la muerte juega con ella como ella juega con la vida. Da un paso y luego otro, y otro, corre, enfrenta al animal. Chocan las cabezas en un golpe que estremece el horizonte, los pájaros se espantan, dejan de cantar ranas e insectos. Silencio, espera. Mara da dos pasos para atrás, el animal cuatro. Levanta la cabeza de cuernos al cielo, mientras el cuerpo se derrumba como una torre hecha de cartas. El aire abandona suavemente a la bestia que tiembla, tiembla y deja de temblar. El silencio calla, calla y deja de callar. Mara se mira los pies, una hormiga los reconoce. El sol se va detrás de las montañas, es importante irse a tiempo. Caminando la niña vuelve al hospital, tiene hambre.






Música: Portishead – Wandering Star.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

...he leído pocas cosas que contengan esta fuerza animal tan... tan... TAN TUYA!

ignatiusmismo dijo...

Interesante.

ignatiusmismo dijo...

Que me gusta lo que leo. Ambos tenemos cosas que decir que realmente digan...

Anónimo dijo...

hay! Candyman, me re excita tu blog, tus palabras, tu prosa, quiero conocerte en persona.

ME ENCANTA TODO LO QUE ESCRIBÍS, TUS PENSAMIENTOS, TUS LOCURAS, TODO.

quiero conocerte.

Dinea

Anónimo dijo...

Lucila quiere ser niña toro, Ignatius sale de la conjura para leerte, Dina quiere conocerte. A vos que escribís o a Mara que lo vive? Soy yo, no es casualidad.

Pau Candi dijo...

M, gracias. No es casualidad no, claro que no y menos mal.

Pau Candi dijo...

Dinea: espero que sea el personaje el que comenta y no los autores, porque si no tendrían un problema... y sobre la historia de Dinea, me parece que es muy pretensioso para hombres incompletos ponerse en el lugar de una mujer...

Unknown dijo...

hola. esta el gran pez?
necesito que me lea, necesito que me escriba.
Bueno si lo ve, me lo saluda de mi parte.

jazmín troiani dijo...

sí, es una descripción bastante realista. yo la he visto cargarse más de un toro.