jueves, marzo 1

El Alma Manca


a Mara Pérez


-. Dale Mariitaaaa! .-

Le dijo la madre en un grito mordido a la nena del cochecito. La nena, Mara, tenía un cochecito vacío, que insistía en llevar a todas partes. Se había detenido con decisión, las manitos firmes apretando el cochecito sin muñeco, los pies clavados en el límite. No iba a seguir, no por ahí. La madre levanta la cabeza, gesta su disgusto, mira fugazmente el cielo y se pasa las manos por la pregunta: -. ¿Para qué la tuve? .- Rápidamente aparta el pensamiento innoble como a una mosca. La ama, pero una cosa no tiene que ver con la otra. Algunas personas se detienen a observar, no puede estar tan cansada una madre de una nena de apenas dos años.

-. Marita, vení mi amor, se le hace tarde a mami… .-

No, no voy nada traduce el silencio que llena el aire entre la madre y la hija. En la vereda, las baldosas se cortan por una obra, un pozo tapado con tierra.

Antes de ponerle nombres a las cosas, vemos todas las cosas, después crecemos y dejamos de ver aquellas que no tienen nombres. Mara veía lo que no tenía nombre y no lo atravesaría, y que su madre no lo notara, le producía vergüenza, un dolor como de muela y una inmovilidad de ojos abiertos y blancos.

-. Vení Marita, si no venís va mamá y te busca, eh?… .-

Sí, te busca y te levanta del suelo como a lo que se tira, te lleva a lo del abuelo que se arruga de bondad y de costumbre y huele a irse.

Al frente del carrito el aire tiene otra temperatura, el camino se corta, las raíces del árbol arrancado todavía sangran y empapan de angustia a quien lo atraviesa. Los grandes no tenemos nombres para estas cosas, o las llamamos nada…

Mara mueve la cabeza de no. La madre irritada atraviesa la distancia de pasos y deja marcas del peso de su cuerpo tenso, toma a su hija de un brazo, la alza de un tirón, y le arranca una mano del alma. Mara grita, la manito cae al cochecito, fue un segundo y ya no hay vuelta atrás.

-. ¿Qué? ¡No te hice nada, no me mirés así! .-

Pero Mara siguió mirando así a su madre por mucho tiempo, con la cara tibia de la sangre del árbol cortado y cargando la mano de su alma en el cochecito.



Música: Citizen Cope - Let the Drummer Kick.

5 comentarios:

Unknown dijo...

quiero esa mercancía que tanto ofrecés...
y espero que marita vuelva a su manita y vayan de paseo en ese cochecito tan tentador
besos

Anónimo dijo...

no había reparado en el cochecito vacío hasta que apareció Alegría. Ayer encontré tres paraísos muertos. Menos mal que mara lo notó... y menos mal que ella también se pregunta si alguien quiso que existiera o no. pero de poco sirve saberlo... igual... ya está...

Catilina

Anónimo dijo...

...me quedé muda, me pego esto!

Anónimo dijo...

una tarde, 4 años, yo Julita paseaba mi cochecito también vacío, en el espacio ke puede llegar a ocupar la terraza de un departamento. Un departamento muy grande, gris, de calle Buenos Aires...cada vez que paso por ahí veo esa calle despojada de lo mágico que en ella había, contaminda ahora del mundo mercantil. Estaba en compañía de mi padre, un hombre muy alto, con trajes oscuros y bigotes, pero muy padre; con el también salíamos a dar vueltas con el cochecito vacío. Recuerdo el sabor de los chupetines de dulce de leche (nunca el dulce de leche me pareció tan rico después) que él me prometía cada vez ke dábamos esos paseos.
-¡¡¡mamiiii vamos a ver a los protéjalos!!!
-julita, ¿cuántas veces tengo ke decirte que se llaman patos?. Sí, pero en esa isla, aún hay un cartel con un patito dibujado y una señal de aviso: PROTÉJALOS...todavía me acuerdo cuánto me costo cambiar esa palabra, tan amarilla y llena de amor por ese animalito, por la otra...tan convencional

Mariana dijo...

pero qué lindo! nunca había entrado a tu blog, pero ví que dejaste un comentario en el mío y decidí visitarte. no me arrepiento. saludos desde méxico!