sábado, marzo 24

Más que mil valientes


Imposible pretender fidelidad de alguien que no es fiel a sí mismo. Aquel que se traiciona a sí mismo, traicionará a todos a su alrededor, inevitablemente. Sin embargo, no es digno de pena, de lástima, aquel que no sabe lo que quiere. Aquellos que no saben lo que quieren son el único impedimento real para lograr lo que quieren, aquellos que sí lo saben. No hay venganza para la traición, tampoco hay cura. No se mata a un traidor, ya está muerto quien traiciona. Es necesario saber que nuestros aliados, nuestras amadas, nuestros hermanos, no van a traicionarnos nunca. Es necesario saber que dan la vida por uno, aquellos por los que uno da la vida. Porque siempre es preferible un enemigo a quien permanece neutral.

Si no sos el río ayudame a cruzarlo.


Música: John Legend – Show Me.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusto. pero me dolio.
en algun momento fui infiel.
en algun momento no supe lo que queria.....y otros se sintieron traicionados, mientras que yo no lo sentia como traicion, simplemente no sabia porque hacia ciertas cosas....
Traicione y menti. si señor. perdieron la confianza en mi. Y asi me siento bastante basurita ya...
no puedo evitar sentirme culpable. Entonces, seguire condenada de por vida, por no tener claras ciertas cosas?
no tengo cura?

creo en el arrepentimiento. Creo en el cambio.
y poco a poco, aunque tarde siglos y reencarnaciones voy a seguir trabajando para llegar a confiar en mi misma. Porque asi lo quiero.

Unknown dijo...

porque siempre me topo con lo que escribis en el momento justo?
siempre
aquel que no se ama a si mismo tampoco puede amar a nadie, es triste pero es así

Verónica Gámez dijo...

Pau:
Pediste y se te dio... Ana no es el río y te viene a ayudar a cruzarlo. Te muestra que del otro lado del dolor, también hay dolor y no frialdad o indiferencia... más bien confusión y culpa que no cicatriza.

Comprendemos al otro cuando nos podemos comprender a nosotros mismos... Aceptamos la falta de claridad del otro, cuando nos es posible ver la nuestra. Y se nos vuelve imposible perdonar los errores ajenos, cuando somos despiadados con nosotros mismos.

Las palabras de Ana tienen la tibieza de un ser que se sabe humano. Reconozco en mí esa misma humanidad falible, incongruente, trastabillada, confusa, nublada...

Abrazo esa humanidad y en ese abrazo la redimo... "porque así lo quiero".

Pau Candi dijo...

Lo que digo lo digo porque necesito oírlo.

Lo que escribo lo escribo porque necesito recordarlo.

Anónimo dijo...

Me siento como Ana, como Verónica, como Pau, un poco como todos, es que en el camino va sucediendo la vida y uno se transforma, cambia, a veces retrocede pero siempre busca las luces (yo las busco). Yo también traicioné, y me traicioné a mí misma alguna vez, por esas cosas de los mandatos ajenos, y será que nada es casualidad, hoy leo esto y hace un par de días tomé una decisión muy difícil pero tan sana, tan mía, tan maravillosa al fin, porque me salía de las entrañas y no me importó que muchos (o casi todos) no me entendieran. Es que a veces el instinto nos acerca a la verdad.