lunes, julio 23

La Otra Elisa



Por Pablo Candi


Capitulo I:

Yo nunca dejé de ser niño pero en aquel verano tenía 13 años y no quería dejar de ser niño. La combinación perfecta de lo que para mí significaban las palabras verano, vacaciones, sur y mi primo, me daban ese color, esa sonrisa, esa vida encima de la vida, una alegría constante, un estado de gracia que solo podía ser festejado jugando. Jugaba sin tiempo, solo parando para ir a comer, o ir al baño... mi primo y yo, y un nuevo mundo por hacer, un nuevo mundo para nuestra colección particular de autitos. Armábamos todo, puentes, edificios, supermercados, ciudades enteras... todo en miniatura, todo chiquito, un mundo transportable, un mundo que pudiese ser armado o desarmado en 15 minutos. Un mundo práctico, nuestro mundo, el único. Fuera de él, estaba la casa, la familia, los otros, un barrio en la ciudad de Rawson, en la Patagonia, al sur del sur.
Pero todo eso cambió un día caliente de Febrero. Mi primo Leo gritó desde la calle y llegó corriendo, pidiendo auxilio, había sido atacado con bombitas de agua. Lo escuché decir:
-. ¡Ahora van a ver, voy a llamar a mi primo! .-
Y esa frase me cargó de responsabilidad, al final yo era el mayor. Así que salí a la calle esperando ver a los vándalos que... eran chicas! tres chicas sonrientes y lindas como nunca había visto, parecían ángeles (mucho tiempo después yo aprendería a diferenciar mujeres de ángeles, con alguna ineficacia)
Me quedé parado ahí, viendo como todo cambiaba rápidamente. Hasta entonces, para mí, las chicas carecían de importancia, no eran necesarias, en la escuela lo peor era que te dijeran que tenías novia: -. ¡El que no salta tiene novia! ¡El que no salta tiene novia! .- Era el cantito, y todo el mundo saltaba, yo también. Pero alguna cosa estaba cambiando y mi primo percibía aterrado como las chicas me empapaban.
Pero como la espontaneidad es una cosa que olvidamos en la infancia, nosotros no la habíamos olvidado todavía.
El Leo se calmó un poco cuando grité: -. ¡Carnavaaaaaaaal! .- Y corrimos juntos para la casa, y cargamos unos baldes con agua, y mojamos a las chicas, y ellas nos mojaron, y comenzó una batalla de agua, de resbalones, de risas, de:

-. ¡Paren! ¡Paren! me cansé... basta .-
-. ¿Ustedes viven ahí al lado? .-
-. Si, y él es mi primo que vino de Córdoba .-
-. ¿Ah sí? ¿Y como se llama? .-
-. Pablo .-
-. ¿Y vos? .-
-. ¿Leandro, y ustedes? .-
-. Yo Lorena .-
-. Y yo Romina .-
-. ... .-
-. ... .-
-. ¿Y vos? .-

-. Elisa .-
Y su voz entró en mi cuerpo y se quedó ahí repitiendo su nombre en mi corazoncito vacío, haciendo eco. La forma desesperadamente suave con que ella pronunciaba la “s”... un pequeño nudo en la panza que crecía a cada palabra o movimiento de ella, y esa impresión de despertarse por primera vez, descubrir esa piedra en el estómago, que a veces pesa, a veces quema.

Esa misma tarde nuestro pequeño mundo fue desarmado y escondido... en 15 minutos.

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Música: Tupac - Do for Love.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...sabés que me calma? acostarme en la cama y hacer pelear a mis muñecas...

...sabés que más me calma? leerte.

¡Todo lo demásme desespera!