Vivir sin Ñ

Todos se fueron, no quedó nadie salvo yo, el silencio lo puebla todo, el pasillo es más largo, y toda la casa está llena de muebles y cajas embaladas. Me gusta de mañana irme a la pieza de Ana, acostarme en su cama y quedarme tirado ahí mirando las paredes con los clavos sin los retratos, los zapatos si querés regalalos y sino tiralos, y la planta es lo único que te pido, regala. Ella escribe desde lejos y dice: …maniana me voy a Praga, disculpá, es que acá no hay “Ñ”.
A la tarde me parece oír el pincel sobre el lienzo, como si la Jud estuviera pintando, me asomo a su pieza y los cuadros están unos contra otros negando su color, por eso llueve y el cielo se cierra, no es gris es blanco dice Ceci que tejía un suéter con lana que no pica y ahora lee como yo las palabras de Jud que desde lejos se disculpan: … me hace acordar de un novio que tenía a los 15 anni, pongo anni porque acá no hay “Ñ”.
No hay eñes allá, acá el pasillo se alargó unos 20 metros y desde la pieza de Juan entra un viento como caricia fresca que alivia el calor de Diciembre, la puerta ya no está cerrada porque no hay sonidos impropios que acallar y de nada sirvió juntar tantos cartones de huevos. Él escribe: …si se extraña, y vos sabrás entender, acá no hay “Ñ”…
Quedaron los lápices con que Ana te dibujaba mientras desayunabas y los libros que Jud te prestaba pero no podías rayar, y los años que Juan se tuvo que abandonar porque ya tenía sobrepeso y sino te cobran… se llevaron lo mejor igual, ellos a ellos, a esos países donde no hay eñes.

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Música: Richard Hawley - The Light at The End of The Tunnel.